Fausto Eric es el título de la novena novela del Mundodisco, esa maravillosa macrosaga de fantasía absurda. Esta obra magna del británico Terry Pratchett combina altas dosis de un humor muy inteligente y mordaz con toneladas de fantasía. Esta lectura continúa directamente los sucesos acontecidos en Rechicero, lo que la convierte en la cuarta novela de la Saga de los magos.

Fausto Eric es un caramelo: original, amena, divertidísima, breve y llena (repleta) de guiños y homenajes. En esta novela reconoceréis, tras el argumento, apenas maquillados, a clásicos como La divina comedia, la Ilíada y, por supuesto, Fausto.
Rincewind
Nuestro mago favorito había finalizado la anterior novela, Rechicero, realizando un viaje solo de ida a las peligrosísimas Dimensiones Mazmorra. Ese plano, lleno de demonios y criaturas aberrantes, es mortal para cualquiera. ¿Para cualquiera? No, para Rincewind no, pues posee una capacidad para huir de los peligros que podría catalogarse como sobrenatural.
Entre los talentos de Rincewind destacaba su gran habilidad para salir corriendo, que con el paso de los años había elevado al estatus de verdadera ciencia pura. No importaba si huía de algo o hacía algo con tal de que huyera. Lo que contaba era el hecho en sí de huir. Corro, luego existo. O más correctamente, corro, por tanto si hay suerte podré seguir existiendo.
Pero también se le daban bien los idiomas y la geografía práctica. Sabía gritar «¡Socorro!» en catorce idiomas y pedir piedad a gritos en otros doce. Había cruzado muchísimos países del Disco, algunos de ellos a alta velocidad, y durante las horas largas, maravillosas y aburridas que había pasado trabajando en la biblioteca había matado el tiempo leyendo sobre todos los lugares lejanos y exóticos en los que jamás había estado. Recordaba que por entonces había suspirado de alivio porque ya no tendría que visitarlos nunca.
Terry Pratchett Eric
Y así han transcurrido los días de Rincewind desde que aterrizó en las dimensiones mazmorra: huyendo a toda velocidad. Hasta que, un buen día, desapareció y se vio a sí mismo en una desastrada habitación dominada por una enorme chimenea.
Así que Rincewind abrió los ojos. Tenía un techo encima: si era el suelo, estaba en apuros.
Palpó con cuidado la superficie sobre la que estaba tumbado. Era granulenta, de hecho tenía la textura de la madera y algún que otro agujero causado por un clavo. Era una superficie de tipo humano.
Sus oídos captaron el chisporroteo de un fuego y un ruido de burbujas, de origen desconocido.
Su nariz, que tenía la sensación de que se estaba quedando al margen, se apresuró en informar de un aroma sulfuroso.
Correcto. Así pues, ¿Adónde le llevaba todo aquello? Tumbado en un suelo áspero de madera en una sala iluminada por una chimenea en compañía de algo que burbujeaba y despedía un olor como a azufre. En el estado onírico e irreal en el que se encontaba, aquel proceso de deducción le satisfizo bastante.
¿Qué más?
Ah, sí.
Abrió la boca y gritó, y gritó y gritó.
Aquello lo hizo sentirse un poco mejor.
Se quedó un poquito más tumbado allí. Por entre el montón revuelto que era su memoria le vinieron recuerdos de mañanas en la cama cuando era niño, subdividiendo desesperadamente el paso del tiempo en unidades más y más pequeñas para postergar el momento terrible de levantarse y tener que afrontar todos los problemas de la vida, tales como, en aquel caso, quién era, dónde estaba y por qué existía.
—¿Qué eres? —dijo una voz desde el margen de su consciencia.
—Estaba llegando a eso —murmuró Rincewind.
Terry Pratchett Eric

Eric
Eric es un niño de trece años. Es flaco, moreno, tiene la cara llena de acné e invoca demonios profesionalmente. En serio; es un demonólogo en plena pubertad. Le viene de herencia, pues su abuelo era un experimentado conjurador de demonios. Tal como le explica a Rincewind un loro anciano y con muy mala leche que pasa por ser la mascota de Eric, el viejo lo que intentaba en realidad era conjurar un súcubo, tarea en la que nunca tuvo éxito.
Súcubo: según el imaginario mitológico de la religión cristiana, los súcubos son demonios que toman la forma de mujeres muy atractivas para seducir a los seres humanos utilizando para ello la lujuria.
Un buen día, este muchacho se decidió a crear un pentagrama místico que tenía como finalidad invocar a una entidad sobrenatural de las Dimensiones Mazmorra, es decir, a un demonio, como los que invocaba su abuelo. El pentagrama y el ritual funcionaron a la perfección, eso es cierto. Invocaron a una criatura residente en las Dimensiones Mazmorra: a Rincewind XD.
La mirada de Rincewind barrió el suelo. Resultaba obvio que era lo único que había barrido el suelo en mucho tiempo. Solamente a su alrededor se había limpiado el espacio necesario entre los cristales rotos y los crisoles volcados para…
Un círculo mágico.
Parecía un trabajo extremadamente meticuloso. Estaba muy claro que el que lo había trazado a tiza era consciente de que su propósito era dividir el universo en dos partes: el interior y el exterior.
Rincewind estaba, por supuesto, en el interior.
—¡Yo os ordeno y os conjuro contra todo acto agresivo, oh, demonio del averno! —dijo una voz, que Rincewind se dió cuenta de que venía de detrás de la mesa.
—Bien, bien —dijo Rincewind, rápidamente—. A mí me parece bien, sí. Ejem. ¿No sería acaso posible que hubiera habido tal vez un errorcito de nada?
—¡No creáis que podéis arrastrarme a la perdición con vuestra lengua mendaz, oh demonio de Shamharoth! —dijo la mesa—. Estoy versado en las costumbres de los demonios. Obedeced todas mis órdenes u os devolveré al infierno hirviente del que habéis venido.
La figura salió de detrás de la mesa. Era bastante bajito, y en su mayor parte permanecía oculto tras una larga serie de amuletos, fetiches y talismanes que, aunque no fueran eficaces contra la magia, probablemente sí lo protegerían contra la estocada tolerablemente decidida de una espada. Llevaba gafas y un sombrero con orejeras largas que le daba pinta de spaniel miope.
—¿Has dicho infierno hirviente? —dijo Rincewind débilmente.
—Absolutamente, sí. Donde los gritos de agonía y los tormentos angustiados…
—Sí, sí, ha quedado claro —dijo Rincewind—. Lo que pasa es que, mira, la verdad es que no soy un demonio. Así que, ¿por qué no me dejas irme? …
—Entonces, ¿cómo es que has respondido a la invocación? Supongo que pasabas por casualidad por las dimensiones paranaturales, ¿no?
Terry Pratchett Eric
Sorprendentemente (si lees la novela sabrás por qué), Rincewind SÍ TIENE los poderes demoníacos necesarios para cumplir los tres deseos, o más bien las tres exigencias, que le hace Eric. Estas son ni más ni menos que…
Los tres deseos que pide Fausto… Eric
—Tengo una lista en alguna parte —dijo la figura—. Veamos. Ah, sí, te ordeno… Quiero decir, os ordeno… que, ejem, me concedáis tres deseos. Sí. Quiero el dominio sobre todos los reinos del mundo, quiero conocer a la mujer más bella que haya existido jamás y quiero vivir por toda la eternidad —miró a Rincewind con expresión alentadora.
—Ah, no hay problema —dijo Rincewind, con sarcasmo—. Y luego me tomo el resto del día libre, ¿no?
—Y también quiero un cofre lleno de oro, para ir tirando.
Terry Pratchett Eric
En efecto. El chaval abre mucho la boca para pedir. Lo más sorprendente (o no, si lees la novela) es que a Rincewind le basta con chasquear los dedos para que estos deseos se vayan cumpliendo uno a uno… más o menos.
El dominio sobre todos los reinos del mundo
Terry Pratchett nos deleita en esta parte de la novela con un homenaje a la cultura azteca de la América precolombina, con sus pirámides escalonadas, su afición por los sacrificios multitudinarios y su deidad en forma de enorme serpiente emplumada.
El imperio Tezumano, situado en los valles selváticos del centro de Klatch, es conocido por sus huertas orgánicas, su exquisita artesanía de obsidiana, plumas y jade y sus sacrificios humanos multitudinarios en honor de Quesoricóttatl, la boa con plumas, el dios de los sacrificios humanos multitudinarios. Tal como se decía, con Quesoricóttatl siempre sabías a que atenerte. Generalmente te atenías a lo alto de una enorme pirámide escalonada en compañía de un montón de gente y de alguien con un elegante tocado de plumas que empuñaba un exquisito cuchillo de obsidiana para usarlo personalmente contigo.
Terry Pratchett Eric
En efecto, a Eric se le concede este deseo, pero como todo lo concedido por demonios, es un regalo envenenado. Nuestro joven demonólogo se materializa, acompañado de Rincewind, en el mencionado Imperio Tezumano, donde tienen un elaborado calendario con profecías que siguen a rajatabla para todos los sucesos importantes de la historia. Como dice Ponce Da Quirm a Rincewind: «Tienen una profecía. Bueno, no es exactamente una profecía. Viene a ser, más bien, toda la historia del mundo, de principio a fin. Está escrita por toda esta pirámide. Y te digo una cosa: no me gustaría ser el Soberano del Mundo que están esperando. Tienen planes para él.»
Conocer a la mujer más bella que haya existido jamás
Llegados a este punto de la novela, viajamos a la guerra de Troya. Podremos comprobar como podrían haber sido las cosas en (esta vez sí) una parodia a lo grande de la Ilíada. Incluso, puede ser, como debieron de ser. Por cierto, la estrategia y contraestrategia relacionada con los caballos de madera es GENIAL.

Vivir por toda la eternidad
En la última parte de Fausto Eric, nuestros protagonistas se adentran en los mismísimos infiernos en una serie de pasajes que son una clara parodia y homenaje a La divina comedia.
Fausto Eric da la bienvenida a los demonios de Mundodisco
En esta novela, Pratchett le da forma por primera vez a los demonios del Mundodisco. Tal y como dice el maestro, estos llevan existiendo por lo menos tanto tiempo como los dioses y se parecen mucho a ellos. «La diferencia es básicamente la misma que hay entre terroristas y revolucionarios», afirma Pratchett.
Los demonios no viven en las Dimensiones Mazmorra, tan alejadas de la realidad, sino que residen en un plano muy cercano al nuestro, lleno de fuego y tormentos (pues los demonios son muy amantes de las tradiciones).
El infierno del Mundodisco está dividido en ocho círculos (los conocedores de la saga sabrán de sobra la importancia del número ocho). En su centro, se alza la importante metrópolis de Pandemónium. Desde ella gobierna Astfgl, el nuevo Rey de los Demonios. Es un tipo innovador, inteligente y progresista que encuentra una enorme resistencia por parte de los demás demonios (muy tradicionalistas, como hemos dicho) a la hora de aplicar nuevos sistemas de gestión más eficaces.
Fausto Eric listo, ¿por donde seguimos?
Si ya sois unos auténticos forofos del bueno de Rincewind, no os debéis preocupar, porque aún quedan unas cuantas novelas de la saga en las que él es el protagonista indiscutible. Estas son:
Ya sabéis que si queréis leer las reseñas de las dos primeras novelas de esta saga, podéis hacerlo aquí:
- El color de la magia, la primera novela de Mundodisco.
- La luz fantástica, segunda novela del Mundodisco.
- Rechicero, quinta novela de Mundodisco.
Y eso es todo. Muchas gracias por leerme.
Sentid, pensad y no os rindáis nunca.
¿Quieres publicar este post en tu twitter?
¿Fausto? Eric, o cómo invocar a un demonio llamado Rincewind Clic para tuitear
2 ideas sobre “¿Fausto? Eric, o cómo invocar a un demonio llamado Rincewind”
¡Qué reseña más fresca y dinámica! Te mete de lleno en la novela, que sin duda debe ser alucinante y entretenida, porque ya solo con los fragmentos y pinceladas da ganas d sumergirse de lleno. ¡¡Siempre dejas con ganas de más!! ¡Abrazos!
¡Muchísimas gracias!
La verdad es que sí. Estas novelas son divertidísimas.