El tartalo de la mitología vasca es un ser mítico antropomorfo, enorme, con un solo ojo en medio de la frente. Sus costumbres son dañinas, su comportamiento, terrorífico. Se alimenta de seres humanos siempre que puede. Un encanto, vamos.

Los tartalos viven en las montañas. Algunas fuentes aseguran que hay tartalos en un monte próximo a las localidades navarras de Zizur Mayor y Astraín, también en el Monte Emerriega y, por último, en el monte Saadar en Cegama (Guipúzcoa), donde hay un dolmen llamado Tartaloetxea («casa de Tartalo»).
¿Cómo es el tartalo?
Las criaturas de esta raza mitológica tienen el rostro ancho, algunos dicen que redondo. Su piel es amarillenta y sus barbas son largas como cerdas de jabalí y rojas como una llama. Sus cabellos son, sin embargo, de un rojo menos intenso. Su único ojo, en la mitad de la frente, resplandece con fuego interior y está rodeado de una pálida arruga. Muchas leyendas los dotan de diez dedos en cada mano y en cada pié, además de varias hileras de dientes.
Estos seres son muy fuertes y están dotados de poderosos vozarrones. Su tamaño, al igual que su fuerza, es enorme. Se dice que algunos se cubren con una zamarra de color pardo. Otros aseguran que van prácticamente desnudos y se tapan con sus larguísimas melenas y sus pobladas barbas, que engrasan con grasa de oso. Solo queda al descubierto el ojo.
Son perversos, salvajes y muy agresivos. Atacan y devoran a cualquier animal, y eso incluye pastores, niños y mozas que se encuentren por los montes.
¿Qué le gusta hacer al tartalo?
Sus leyendas narran que su pasatiempo favorito es lanzar piedras de un monte a otro. Esto nos recuerda a sus vecinos, los jentiles, aunque estos últimos solo se les parezcan en esto y en su enorme tamaño.
Un detalle curioso de este ser es que protege a los rebaños. Esto lo diferencia, además, de todos sus primos.
Los tartalos viven en grandes cuevas situadas en lo más profundo del bosque. Estas grutas tienen las entradas cubiertas de maleza y están cegadas por una enorme piedra que solo un tartalo o un jentil podría mover.
Leyendas sobre el tartalo
Se dice que un tartalo era poseedor de un anillo mágico que le servía para controlar a sus presas, ya que al grito de «¿Non hago?», («¿Dónde estás?») por parte de Tartalo, el anillo respondía «Hemen nago, hemen nago», («Aquí estoy, aquí estoy»), delatando la localización de su portador.
Otra leyenda sobre este ser es la siguiente:
Dos hermanos del caserío Antimuño, de Zegama (Gipuzkoa), sorprendidos por una tormenta en medio del monte Zadar, mientras se dedicaban a cazar, se refugiaron en una choza. Al poco entró también un rebaño de ovejas, y un gigante con un solo ojo en medio de la frente, propietario de la misma. Era el tartalo, el temido antropófago, quien cerró la entrada de la choza colocando una enorme roca en la puerta. Al ver a los dos hermanos, sentenció:
—Tú para hoy —dijo, señalando al más viejo de los hombres—. Y tú para mañana esta vez señaló al más joven. Tras hacerlo, atravesó al mayor de los hombres con un largo asador, lo puso al fuego y después se lo comió con gran voracidad. Luego se tumbó en el suelo y se quedó profundamente dormido.
Aunque muerto de miedo, el hermano sobreviviente colocó el pincho del asador en el fuego, esperó a que estuviera al rojo vivo y se lo clavó al cíclope en el ojo. El tartalo se incorporó dando alaridos, tratando de atrapar a tientas al de Antimuño. Pero el joven, se había ocultado entre las ovejas y las pieles que había por allí.
En vista de lo inútil de su búsqueda, el gigante apartó la roca de la entrada y se plantó en medio de la puerta con las piernas abiertas. Su plan era hacer salir a todo el rebaño por entre ellas, palpando a cada una de las ovejas. Sin embargo el prisionero se envolvió en una de las pieles y logró escapar. Para cuando el cíclope descubrió el engaño, el muchacho corría ya monte abajo.
Inició entonces el tartalo una pronta persecución, y como tenía las piernas enormes, en seguida estuvo a punto de darle alcance a su presa. El muchacho, para evitar su muerte, se lanzó a un pozo. El tartalo se lanzó tras él, pero el de Antimuño, buen nadador, logró ponerse a salvo. El tartalo no sabía nadar, por el contrario, asi que pereció ahogado.
Leyenda popular sobre el tartalo.

El tartalo y sus primos: el olláparo, el ollapín, el patarico y el ojáncano
El tartalo es un integrante de la gran familia de gigantes salvajes de un solo ojo de las mitologías peninsulares. Esa familia está integrada por:
- El ojáncano cántabro.
- El tartalo del País Vasco.
- El patarico asturiano.
- El olláparo gallego.
- El ollapín gallego.
- La ojáncana cántabra.
- El jáncanu y el pelujáncanu extremeños.
Todos ellos son físicamente muy parecidos entre sí, aunque algunos tienen características que permiten diferenciarlos con facilidad, como es el caso de los dos integrantes gallegos de esta familia.
El ojáncano
De entre todos estos seres, el Ojáncano es uno de los más agresivos y salvajes. Por lo tanto es uno de los más temidos. En sus correrías por el bosque, se le prenden las barbas y el pelo a las ramas de los árboles, que arranca de sus raíces en el paroxismo de su furia incontrolable. En este estado de furia, es capaz de desviar el curso de los ríos y de destrozar aldeas.
Como características únicas, podemos decir que los cuervos son sus amigos y le mantienen informado y también que tiene como enemigas a las anjanas.
Cuando estos seres envejecen, son otros de su misma especie quienes los matan. Los entierran junto a robles para que, a los nueve meses, surjan unos enormes gusanos que la ojáncana amamanta con la sangre de sus pechos, hasta que, al cumplir tres años, se transforman en ojáncanos y ojáncanas jovenes.
La ojáncana
Está dotada de una cabeza inmensa y sus dientes son sucios y retorcidos, especialmente uno inferior, similar al colmillo del jabalí. Tiene unos pechos inmensos, que carga a la espalda para desplazarse, lo que le da apariencia feroz y terrorífica. Le gusta cazar los niños que se pierden por el bosque, con los que se alimenta. Primero bebe toda su sangre y, más tarde, los devora.
El olláparo
Este es uno de los dos integrantes gallegos de esta gran familia. Su rasgo más distintivo con respecto a sus primos es que puede llegar a tener otro ojo en el cogote. Tanto él como el ollapín tienen un post propio en el que los podeis conocer mucho mejor. Es este:
Los terribles cíclopes de Galicia.
El ollapín
Esta variante conserva muchos rasgos del Olláparo, como sus costumbres antropófagas y su gran fuerza y brutalidad. La diferencia principal con respecto a su hermano es que su único ojo no está en medio de la frente, sinó en un lugar muy incómodo: en la mitad del pescuezo, donde suele estar la nuez… Lo sé, pobre tío. Vive en cavernas de Galicia, en la comarcas gallega de Bolo y Caldeas.

El Jáncanu y el Pelujáncanu
Es el integrante más sureño de esta familia. Los pelujáncanus visten con pieles de animales y poseen un cuerpo peludo y gigantesco. Su único ojo les otorga una vista prodigiosa, de varias leguas a la redonda desde la altura que les proporciona su estatura. Son seres malignos y antropófagos que viven en cuevas de los montes hurdanos dedicándose al pastoreo. El Pelujáncanu se diferencia del Jáncanu únicamente en su cabeza calva con un solo pelo, en el que reside su descomunal fuerza.
El pataricu o patarico asturiano
Es, como los anteriores, un violento gigante de un solo ojo. Habita las zonas costeras comprendidas entre los ríos Navia y Eo. La mención más antigua del «Patarico» aparece en la obra de los eruditos del occidente asturiano Bernardo Acevedo Huelves y Marcelino Fernández, que nos lo presentan como un gigante de apariencia horrible y dotado de una inmensa fuerza, provisto de un único ojo en la mitad de la frente.
Están dotados de un olfato realmente especial para detectar náufragos, a los que luego tragan crudos. En este contexto debemos situar la conocida leyenda del Rey Castro, centrada en el maravilloso Castro costero de Cabo Blanco (El Franco), dotado de unos prodigiosos fosos defensivos, donde José Máximo Fernández sitúa una lucha sin cuartel entre este gigantón y los no menos portentosos «Mouros» que le atacan, obligándole a construir con sus enormes manos los cuatro fosos aún visibles.

Y esto es todo por hoy
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Mitología navarra y sus seres míticos.
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2 ideas sobre “Tartalo, el temible cíclope de Navarra y Euskadi”
Otro curioso ser para la colección! lo cierto es que su leyenda es una pasada y la comparativa y diferenciación con el resto de «seres similares», es todo un regalo!! Muy buen post!!
¡Muchísimas gracias! 🙂🤗