El Bú es un ser horrible que ha tenido varias formas a lo largo de su evolución como habitante de nuestros mitos. Hoy día, parece haberse consolidado como un gigantesco búho antropomórfico de negro plumaje y enormes ojos rojos. Estamos hablando de uno de los monstruos más notorios de la mitología de nuestra península.

Como muchas otras criaturas de nuestro folclore, el Bú ha sido utilizado como asustaniños en la última parte del siglo veinte. A pesar de que no me hace gracia que seres legendarios con su historia y su evolución a través de los siglos sean transformados en meros asustaniños, debo reconocer que la figura del Bú se presta a ello. Al ser un terrorífico monstruo que tiene la costumbre de entrar por las ventanas y llevarse a los niños hasta su cueva para devorarlos, desempeña el papel de asustador de infantes de maravilla.
El Bú tiene una presencia muy fuerte en Castilla-La Mancha, donde su nombre está presente en numerosos topónimos y dónde su figura es reconocible en antiguos romances y canciones de cuna.
Duérmete mi niño,
Que ya viene el Bú.
Que se lleva a los niños.
Así como tú.
Canción de cuna castellana.
¿Y qué aspecto tiene?
Aunque ahora es un monstruo, esta criatura puede haber sido, en sus remotos orígenes, un antiguo dios. Se cree, de la misma manera, que su forma puede haber sido antropomórfica en esos tiempos. En tiempos recientes, sin embargo, se le describe de diversas maneras:
- Villanueva de los infantes: Existen testimonios de una cierta antigüedad que lo muestran como una «persona chepuda, de cara abotargada y pies abiertos». Hoy en día, sin embargo, en esta misma localidad se lo describe como un ave de gran tamaño y terrorífico aspecto, que guarda semejanzas con el búho o la lechuza.
- Almedina: «Descomunal búho de enormes ojos rojos». Era algo común en esta localidad que las madres y las abuelas saliesen a las ventanas cuando ya era de noche y sus hijos no querían dormir. Desde allí le reclamaban al Bú, a gritos, que viniese a por sus niños.
- Cózar: «Pájaro oscuro y siniestro».
- Villamanrique y Torres de Juan Abad: «Un enorme y negro búho de cuerpo deforme, grandes alas silenciosas, ojos rojos como platos, amenazador pico y garras como trampas loberas.». En estas localidades se decía que, a veces, se podía avistar al Bú en el cielo nocturno, siempre buscando chiquillos que estuviesen jugando en la calle tras la puesta de sol.

El Bú es una de las innumerables criaturas de nuestras mitologías que aparecen en mi primera novela, La hija de la ayalga. Esta es la forma que yo le he dado:
Era una visión terrible. Tenía la forma de un gigantesco búho antropomórfico de color negro y grandes alas terminadas en enormes manos. Estas, a su vez, estaban rematadas por garras negras de varios palmos de largo. Sus ojos eran enormes y redondos. Su pico era muy grande y parecía peligrosamente afilado. Este ser caminaba un poco encorvado hacia adelante, como si tuviera una joroba pronunciada, lo que dejaba su cabeza encajada en medio de sus enormes hombros erizados de plumas. En ese momento dio unos pasos, e, inclinándose ligeramente, tocó la mesa de piedra con sus largas y afiladas garras, sin apartar sus horribles ojos de nosotros.
David Das Tebras. La hija de la ayalga.
El Bú: orígenes
El antiguo y olvidado dios del que desciende el Bú tal vez fuese celtíbero, pues la mitología popular dice que este monstruo tiene su guarida en rutas cercanas a los encinares, mencionando estos árboles específicamente. La encina era un árbol sagrado para los celtíberos.
Destacado descendiente de alguna ignorada deidad funcional, y, al igual que otros seres que aparecen en esta recopilación, enclavijado en la mitología montieleña, compartió los laureles de la fama con el “Tío Lobo”, la “Mano Negra” y el “Camuñas”.
Mitología popular (campo de montiel). Carlos Villar Esparza.
Búhos y lechuzas siempre han guardado una relación simbólica con la muerte y el más allá. Existe, de hecho, una antigua creencia popular de que estas aves se colaban de noche en las iglesias para conversar con los difuntos y beber el aceite de las lámparas.

La inmortalidad del Bú
Las criaturas míticas que alcanzan una fuerza sobresaliente en las creencias y el folclore de un pueblo viven para siempre. Se hacen inmortales porque conquistan los mismísimos topónimos. Eso es lo que ha sucedido en Galicia con los mouros y las mouras y también en el País Vasco con los jentilak. Y es lo que sucede en Castilla-La Mancha con el Bú.
En los montes de Toledo, donde actualmente se encuentra unos yacimientos arqueológicos de la edad del Bronce, existe un «Cerro del Bú». También, en la provincia de Ciudad Real, en una zona boscosa de las proximidades de Viso del Marqués podemos encontrar otro «Cerro del Bú» y una «Umbría del Bú». En esta misma provincia, en las proximidades de Alcolea de Calatrava, se encuentran las «Peñas del Bú». Por último, en la provincia de Albacete, en la sierra de Alcaraz, existe una aldea llamada «El cortijo el Bú».
Y esto es todo. Dulces sueños.
Que durmáis bien. Si podéis.
Landú, landú,
Serenadito landú.
Cierra tus ojos, niñito,
o vendrá el bú.
Canción de cuna castellana.

Este ha sido el bú de la mitología castellano-manchega
El bú es la primera criatura fantástica que pertenece a la mitología manchega y solo a la mitología manchega en unirse a este blog. Sin embargo, ya tiene un par de compañeros esperándolo. Son los siguientes:
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El bú, terrorífico descendiente de una antigua deidad Clic para tuitear
4 ideas sobre “El Bú, terrorífico descendiente de una antigua deidad”
¡Fantástica presentación de una criatura seguro que para muchos, desconocida y sorprendente! Y ese guiño a tu maravillosa novela, es sin duda un acierto. Quien se anime a empezarla, enseguida descubrirá multitud de seres descritos en este maravilloso blog, y entrará de lleno en un mundo apasionante y adictivo.
¡Muchísimas gracias! 🤗 Siempre y por todo.
En Peralejos de las truchas, Guadalajara, esta la Olla del Bú. Y para asustar o hacer la gracia de q se asusta se dice Buuuu buuuuuu. De pequeña me sonaba a onomatopeya pero con el tiempo me parece q tiene más que ver con El Bú. De esto me di cuenta ya de grande: alguien le puso un sombrero con un búho a mi abuela y ella instintivamente reaccionó como si asustara a un niño diciendo buuuuu buuuu y haciendo gestos con las manos.
¡Qué pasada, Nerea!
Muchísimas gracias por compartir esta información y esta experiencia conmigo.
Es un suceso actual y de primera mano que prueba la existencia viva de la figura mitológica del Bú.
¡Un abrazo enorme!